martes, 2 de diciembre de 2008

El amor, la traición y un jabón.

Desde tiempos inmemoriales la infidelidad forma parte y esencia de cientos de historias románticas que se han escrito a través de la historia.
El amor y el odio tienen esa línea tan fina y flexible que no se puede separar, casi tan efímera como mortal. Una vez en esta aldea existió un hombre que amo y odio a todas sus amantes. Él con una invasiva mesura tenía la cualidad de mirarlas a los ojos y decirles palabras tan hermosas que ni el mismo Neruda habría si quiera imaginado. Una vez cuentan que Maribel Sosa una villana nata, "sospechosa" de ser una hermosa mujer cayó presa de la seducción natural del hombre amor-odio de la Aldea. Cuentan que el primer día vino y le recito poesía, una poesía jamás conocida en este lugar, ella quedo enamorada. Cuentan que fue algo así_ Mi querida señora sus ojos llenan de alegría a mi alma ahora empobrecida por el desamor, mi querida señora hacía tiempo que no sentía semejante alegría, señora usted ha cambiado mi vida.
Se fijo un encuentro para el siguiente día. La mujer en un estado de enamoramiento absoluto se arreglo para trasladarse al lugar del lujurioso encuentro. Ella llego "sospechosamente" seductora, ella miro y sin siquiera saludar recitó_ Mi querida señora, su alma está llena de impureza, que dureza el ego de su amor, que me causa tanto dolor, no es más que una vieja tetona, que a mi alma detona, por eso vengo del escabio y eso es porque la odio. Cuentan que la mujer corrió en llanto y se alejo.
El hombre amor-odio camino rumbo al sur de la Aldea y gritando con furia exclamó _¡Que sería de nosotros los poetas, si no existiese el desamor!

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